Ganaderos,
y en especial pastores, eran los principales damnificados de los lobos, y los
enfrentamientos entre ambos saltaban a veces a las páginas de los periódicos.
“El Heraldo” (de Madrid) informa el 2 de febrero de 1847 de un caso en el que
el antagonista humano quedó mortalmente herido, pero como veremos enseguida,
las consecuencias fueron más allá:
“LUCHA
DE UN LOBO CON UN PASTOR.- El día 23 de enero ocurrió en el pueblo de Las
Parras de Martin, provincia de Teruel, el lance siguiente:
“Estando
un pastor apacentando su ganado, divisó un enorme lobo, que se dirigía a su
manada; tomó sus precauciones de defensa, a fin de que no le arrebatase alguna
res; pero el carnívoro animal sitió a la manda e hizo los mayores esfuerzos
para hacer presa; sin embargo, todo fue inútil por la vigilancia del pastor.
“Viendo
la fiera frustradas sus esperanzas acometió al hombre con desesperada furia, y
por gran rato lucharon ambos, hasta que los esfuerzos del pastor pudieron
lograr echarle a tierra; teniéndole entonces asido del cuello, dio grandes
voces de socorro, acudió otro pastor y le descargó grandes golpes y navajadas.
“Creyéndole
ya muerto, lo cogió al hombro para conducirlo al pueblo, y cuando se creían ya
victoriosos, se levantó de nuevo la fiera, le da una dentellada en la nariz,
que le arrancó enteramente; pero volviendo sobre ella, lograron concluirla por
fin, quedando, sin embargo, el pastor sin narices y muy maltratado de las
heridas que recibió, hallándose en la actualidad sin esperanzas de vida”.
“Muy maltratado
y sin esperanzas de vida”, parece el fin de la noticia. Pero,
sorprendentemente, seis meses después, “El Eco del Comercio” de nuevo saca a
colación dicha noticia, pues las consecuencias fueron más graves que la muerte del pastor,
El
cronista dice que desde dos años atrás había aumentado la presencia de
lobos “sin duda por no perseguirlos,
pues de ello no cuida la autoridad”, y que uno muy crecido se dejaba ver
entre Utrillas y Las Parras, el protagonista de la noticia.
Al
pastor le arrancó la nariz y le hizo una herida en el cuello, y el que le ayudó
a reducirlo “solo recibió un pequeño
mordisco, llegando el tercer pastor con un perro que se le agarró al lobo en el
morro, y sujeto por el perro y el que le tenía abrazado, le desbarrigó con una
navaja el pastor que no tenía lesión, resultando que dos de los pastores
naturales del pueblo de Las Parras de Martin fueron mordidos”.
“El Eco”
añade un nuevo elemento, la rabia. Ante la sospecha de que el lobo estaba infectado,
los dos pastores fueron a visitar a un “saludador” “que se consiente esté a las inmediaciones de Teruel” (De estos
personajes hablaré en otra ocasión). Y después el desastre, como revela el relato:
“(...) Pasaron treinta y ocho días, y el que fue
herido en la nariz se sintió malo, y a los tres días después de pasar por los
trámites más espantosos, murió de rabia: ya habían trascurrido cuatro meses
cuando el otro pastor que fue herido por el lobo, estando en el campo se notó
enfermo, quiso beber agua y ya no pudo pasarla; se retiró a la población y se
manifestaron todos los síntomas que había tenido su compañero, solo que no
estaba tan furioso , pero más postrado murió a los cuatro días, siendo este
caso más raro por haber pasado tanto tiempo”.
El
problema es que el lobo no solamente infectó a los pastores:
“(...) Mas como e! lobo mordió a muchos perros,
uno de ellos rabió y mordió a otros muchos; algunos se mataron pero otros no, y
un vecino de esta villa tenía una perrita, la que no quería comer, y tratando
su amo de obligarle le dio un mordisco en la mano, entonces la mataron, y el
hombre fue al visitador como los otros; mas han trascurrido sesenta y seis
días, y está en la agonía, rabioso, habiéndose notado ya enfermo o sin poder
pasar el agua hace tres días”.
Ya no
era un problema de los estragos de los lobos, sino de los estragos de la rabia:
“El país está aterrado con estos
sucesos, pues son muchos los perros que hay mordidos: es muy probable que lo
estén los lobos y otra clase de animales, y además son muchos los que han
recibido mordiscos de los perros durante todo este tiempo, y todos están
temblando y temiendo que se generalice esta espantosa calamidad que no tiene curación,
y en la que los dos primeros días es más espantoso que estar en capilla, pues
la muerte es segura (...)”.
(Sigue)
Lobos domesticados en 1916; imagen publicada en "Gran Vida" el 1 de marzo de dicho año. |
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