19 de marzo de 2020

FRANCÉS DE ARANDA, EL MONUMENTO QUE CAMBIÓ DE SITIO PORQUE ESTORBABA



Diseño de Miguel Garriga, ganador del concurso convocado por el Ateneo (El Ateneo, 01/07/1894.- Ministerio de Cultura).

La idea de hacer una estatua al Francés de Aranda la lanzó el Ateneo de la capital con motivo del descubrimiento, el 31 de mayo de 1891, del busto de Loscos en la plaza de San Juan, a iniciativa de la clase médico-farmacéutica de la capital.

El proyecto había cristalizado tres años después: se abrió una suscripción popular, además de recaudarse dinero con tómbolas, novilladas, veladas teatrales, etc., y el Ayuntamiento había elegido ubicación. Leemos en 13 de abril de 1894 en el periódico “La Verdad”:

 “El Ayuntamiento ha acordado que el monumento que ha de erigirse al Venerable Francés de Aranda, fundador de la Santa Limosna, se coloque en la plaza de la Constitución (de la Catedral)”



La plaza de la Catedral (entonces de la Constitución), fue la elegida para erigir el monumento (La Verdad, 13/04/1894.- Ministerio de Cultura).


El pedestal



En efecto, mes y medio después, el citado 31 de mayo de 1894 comenzaron las obras a bombo y platillo; del acontecimiento narra “El Eco de Teruel”:

“Extraordinariamente interesante, animado y regocijado fue el espectáculo que ofreció nuestra ciudad la mañana del jueves último, dedicada por entero a tributar los honores debidos al Venerable Francés de Aranda”. Las autoridades desfilaron por unas calles engalanadas, entre otras cosas, con el pendón de la ciudad “solamente exhibido en los memorables acontecimientos, los acordes de una triunfal marcha de música, el alegre tañido de la campana del Ángel, el toque solemne de la grande y sonora del reloj de la ciudad, y el disparo de cohetes y morteros (...)”.

En los cimientos, se puso una caja hermética con ocho periódicos -seis locales, “La Gaceta de Madrid” (El BOE de la época) y “El Boletín Eclesiástico”-; una copia del discurso que pronunció el señor alcalde, y una moneda de plata de 5 pesetas, acuñada ese mismo año.

La construcción del monumento, con excepción de la estatua y los bronces, salió a concurso por 5.271,16 pesetas, y se adjudicó al marmolista afincado en Teruel, Bautista Ferrando, a finales de agosto de ese 1894.

El diseño fue de Miguel Garriga, arquitecto municipal de Valencia y que lo fue de Teruel. Prematuramente fallecido el 11 de marzo de 1894 a los 27 años, el pobre Miguel no llegó a ver el inicio de las obras.

Quedó terminada la parte de cantería a finales de mayo del año siguiente, 1895, a falta de bronces y estatua, para cuya compra siguieron las actividades recaudatorias del Ateneo.

En diciembre de 1986 se decidió trasladar el monumento a la popularmente denominada plaza del Obispo (Heraldo de Teruel,  19/12/1896.- Ministerio de Cultura).


El traslado



Pasa el tiempo y esa mole de piedra estorbaba. El alcalde manda que se reorganice la inactiva comisión gestora del monumento, la cual en diciembre de ese 1895 propone su traslado a la plaza 29 de septiembre, hoy del venerable Francés de Aranda

El propio marmolista que hizo el pedestal, se encargó de la operación. Y en marzo del 1897, tras unas obras de cimentación, comienza el traslado del pedestal a su actual ubicación. La caja hermética fue abierta y añadieron el acta de la sesión del Ayuntamiento en que se acordó la traslación, "y un ejemplar del último número de los periódicos locales”, refleja el 27 de marzo “Heraldo de Teruel”.

Cinco años permaneció el pedestal sin la estatua en su nueva ubicación; se habló de revitalizar su terminación para inaugurarlo durante los festejos por la llegada del ferrocarril, en diciembre de 1900, pero hay que esperar a 1902 hasta recibir la estatua, obra de Carlos Palao, y la posterior inauguración del monumento completo.



Una de las fotos de Alloza de la inauguración, en las fiestas de 1902 (Caras y Caretas, 27/09/1902.- Ministerio de Cultural)


La inauguración



De esta no he encontrado ninguna crónica, pero sí una magnífica fotografía realizada por Narciso Alloza, publicada en un par de revistas, entre ellas la denominada “Caras y caretas” del 17 de septiembre de 1902. Y, para terminar, lo más cercano a una fecha exacta de inauguración lo desvela la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”, en la edición del segundo semestre de 1902, con este breve párrafo:

“En los primeros días de junio se verificó la inauguración de la estatua del insigne Francés de Aranda, uno de los compromisarios de Caspe. La estatua es obra del escultor zaragozano Carlos Palao”.

Pasaron, pues, casi ocho años desde la colocación de la primera piedra, hasta verse el monumento concluido... y en un sitio distinto del previsto inicialmente, como le ocurrió a la fuente de la plaza del Torico.



Foto 9
Otra foto de la inauguración que tenía por ahí y no recuerdo de qué periódico la recorté (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica - Ministerio de Cultura).

8 de febrero de 2020

EL FALSO DEÁN DE TERUEL, UN DELINCUENTE MEDIÁTICO DEL SIGLO XIX.- I.- Retrato de un sinvergüenza


Así informaba “La Correspondencia de España” de la detención del falso deán de Teruel, el 6 de marzo de 1890 (BVPH del Ministerio de Cultura)

Luis Rodríguez Pilares, el falso deán de Teruel fue un delincuente de guante blanco, un sinvergüenza redomado, un estafador y suplantador sin escrúpulos, un personaje del que se ocuparon con frecuencia los periódicos de España a finales del siglo XIX. Un “chorizo” mediático que hasta ofrecía entrevistas, como populares fueron en su día el “Lute” o el “Dioni”.

Ni era deán, ni de Teruel. Usó otros títulos como marqués de Puente Genil, conde de Cabra, canónigo arcediano de la catedral de Jaén, también se hacía pasar por primo hermano del ministro de Gracia y Justicia Sr. Canalejas, hermano del arzobispo de Manila, hijo del general carlista Rodríguez Robledo, ahijado de la condesa de Bagnotelli, hijo del ministro de Gobernación y de una camarera de la reina...

Simpático, inteligente, y bien plantado, el “deán falsificado” se codeó con gobernadores, obispos, altas jerarquías de la iglesia... lo más selecto de cada sitio. Recaudó dinero para obras benéficas o como derechos para nombramientos eclesiásticos a curas crédulos, merced a la influencia de sus “parientes”. Dejó un rastro de estafas; tras su detención llovieron requisitorias de múltiples juzgados: Coria, Cáceres, Chinchón, Alba de Tormes, Córdoba, Baleares, Pozoblanco, Las Palmas... Su paso de Audiencia en Audiencia, de juicio en juicio, de cárcel en cárcel, junto a las entrevistas que concedía, fue una constante en la prensa, desde su detección en marzo de 1890 hasta su fuga y desaparición en 1895.

Se presentó también como fray Jesús Rodríguez, Antonio Llomprat, Luis O’Donnell Rodríguez, fue alférez de artillería antes de ser deán, se hizo pasar por ¡agente de repartición de cantidades! cuando los terremotos de Andalucía... Luis Rodríguez Pilares parecía ser su nombre auténtico, pero no se tenía absoluta certeza de ello.

En una de sus primeras entrevistas, concedida a “El País” cuando era juzgado en Alcalá de Henares, en enero de 1891, y casi un año después de su detención, dice:

“Nací en Málaga en 1864, por consiguiente tengo actualmente veintisiete años. Me llamo, en verdad, Luis Rodríguez Pilares, por más que... pero lo dejo para después. En 1875 recibí el grado de bachiller, como alumno interno, en el seminario de Málaga. Aquel mismo año entablé relaciones íntimas con una parienta mía y una criada, de cuyos dobles amores tuve frutos, no diré de bendición. Pero, en fin, ya me comprende usted. También le diré que en Málaga, por entonces, tenía mala fama, sin más razón que porque cuando veía una guitarra, contemplaba una caña de manzanilla o veía pasar a mi vera una mujer de trapío, me volvía loco, vamos que perdía los estribos”. Después añade que su nombre verdadero era Luis Rodríguez Vidal, que al ser detenido había dado el de un primo suyo ya fallecido.

De su fisionomía y trato, leo en el diario “Época”:

“El deán es un sujeto muy simpático; representa tener de 28 a 30 años, alto, rubio, de arrogante figura, expresiva mirada y modales muy distinguidos, habla con gran corrección y viste con alguna elegancia”.

En otra entrevista, esta vez al ser juzgado en Córdoba, se decía cordobés, aunque parece que era malagueño, hijo de dos mendigos llamados José y Luz, que en aquel entonces residían en Algeciras (Cádiz) implorando la caridad pública. Estudió en el seminario de Málaga, de donde se fugó por sus escándalos y sus amoríos. Eso le permitía representar su papel de sacerdote, oficiar misas, bautizos...

Hasta que en 1890 topó con un gobernador de Cáceres llamado Juan José Jaramillo, y… terminó allí su trayectoria delictiva, al menos por lo que sabemos.

Paradojas del destino, ese mismo Jaramillo sería destinado tres años después, 1893, al Gobierno civil de Teruel, donde se suponía que ejercía “el deán falsificado”, el estafador cuya carrera había truncado.

Tras la detención del “deán de Teruel” comenzaron a llover las denuncias (La Correspondencia de España, 11/03/1890.- BVPH del Ministerio de Cultura)

EL FALSO DEÁN DE TERUEL, UN DELINCUENTE MEDIÁTICO DEL SIGLO XIX.- Y II.- Así actuaba, y así cayó


Noticia de “La Correspondencia de España” llegada desde Las Palmas, última que encuentro del “deán de Teruel” antes de su fuga (BVPH del Ministerio de Cultura)
La detención del falso deán de Teruel tuvo lugar en El Bodón (Salamanca), probablemente el 4 de marzo de 1890. A continuación llegó un reguero de peticiones judiciales, hasta el punto que el propio Tribunal Supremo, el 30 de septiembre de 1890, decidió que el primer lugar donde sería juzgado fuese Chinchón, leemos en “El País”, el 6 de julio de dicho año. La acusación se repetía con pocas variaciones una tras otra vez: usurpación de carácter sacerdotal, ejercicio de actos propios de éste, uso indebido de títulos nobiliarios, y nombre supuesto y falsedad como medio de realizar una estafa.

Ejemplo típico son los hechos que dieron pie a este primer juicio, en los que su víctima fue el párroco de Belmonte del Tajo (Madrid), llamado Rafael González. Coincidió con el estafador en un tren y, deslumbrado por la personalidad, títulos y parientes del falso deán de Teruel, le invitó a su casa de Belmonte. Relata “El País”:

(...) El deán se dejó querer y aceptó la invitación. Una vez en casa del párroco, le ofreció una canonjía en la colegiata de Jerez de la Frontera, afirmando que era primo hermano del Sr. Canalejas, hermano del obispo de Manila e hijo de la marquesa de Puente Genil”.

Allí celebró misa, asistió a un entierro, pronunció sermones... partió so pretexto de asistir a la profesión de una religiosa, y regresó al cabo de un mes con una sorpresa para el bueno de don Rafael; le entregó el ofrecido nombramiento, al parecer firmado por su presunto primo-hermano, ministro de Gracia y Justicia. Y como remate, añadió una tarjeta de su también presunta madre, a quien recomendó que visitara una vez en la ciudad gaditana... recibiendo como compensación 9.000 reales que puso la hermana del incauto religioso.

“El párroco llegó a Jerez, sufrió el consiguiente desengaño, no halló a la marquesa a quien nadie conocía, y tuvo que regresar a su modesta iglesia”.

Así iba, de estafa en estafa, y además de sus engaños, por el mero hecho de presentarse como deán de Teruel recibía valiosos presentes... hasta topar con el señor Jaramillo, destinado a ser poco después gobernador de nuestra provincia, y siéndolo entonces de Cáceres.

Según relata Jaramillo a un periodista de “La Correspondencia de España”, el falso deán le visitó para proponerle entre otras cosas, y como hizo con el obispo de Coria, la creación de un asilo para jóvenes delincuentes -y recaudar con dicho fin un dinero que sería para él, claro-, a semejanza de otros que, afirmaba, había fundado en Córdoba y Sevilla.

¿Por qué sospechó? El estafador, dijo llamarse Antonio Lompart y, con su habitual desvergüenza, aseguró ser hijo de un anterior ministro de Gobernación. Pero a Juan José Jaramillo, un tipo listo, no le sonaba ninguno con este apellido, así que telegrafió a Teruel preguntando el nombre del deán.

Le contestaron que había fallecido tres meses atrás -fue sustituido por José Fernández y Fernández, nombrado por decreto prácticamente el mismo día en que era detenido nuestro “deán falsificado”- y que no tenían constancia de que se hubiese designado otro. Las pesquisas del gobernador determinaron que existía un Antonio Llompart y era un sacerdote, pero no era el falso deán, sino que estaba usurpando su nombre, por lo que ordenó su detención.

Aquí comenzó su peregrinar de Audiencia en Audiencia territorial, de prisión en prisión, terminando en la de Las Palmas, hasta que... leemos en “La Época”, el 17 de mayo de 1895:

“Del hospital de Las Palmas, adonde había pasado desde la cárcel para su curación, se ha fugado el señor Rodríguez Pilares, conocido como “«El deán de Teruel»”.

Y desde entonces, salvo un puñado de órdenes de busca y captura en boletines oficiales provinciales, ninguna noticia; nada más he sabido de él, es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Orden de busca y captura publicada en los boletines oficiales, en este caso de la provincia de Tarragona (BVPH del Ministerio de Cultura).