8 de febrero de 2020

EL FALSO DEÁN DE TERUEL, UN DELINCUENTE MEDIÁTICO DEL SIGLO XIX.- I.- Retrato de un sinvergüenza


Así informaba “La Correspondencia de España” de la detención del falso deán de Teruel, el 6 de marzo de 1890 (BVPH del Ministerio de Cultura)

Luis Rodríguez Pilares, el falso deán de Teruel fue un delincuente de guante blanco, un sinvergüenza redomado, un estafador y suplantador sin escrúpulos, un personaje del que se ocuparon con frecuencia los periódicos de España a finales del siglo XIX. Un “chorizo” mediático que hasta ofrecía entrevistas, como populares fueron en su día el “Lute” o el “Dioni”.

Ni era deán, ni de Teruel. Usó otros títulos como marqués de Puente Genil, conde de Cabra, canónigo arcediano de la catedral de Jaén, también se hacía pasar por primo hermano del ministro de Gracia y Justicia Sr. Canalejas, hermano del arzobispo de Manila, hijo del general carlista Rodríguez Robledo, ahijado de la condesa de Bagnotelli, hijo del ministro de Gobernación y de una camarera de la reina...

Simpático, inteligente, y bien plantado, el “deán falsificado” se codeó con gobernadores, obispos, altas jerarquías de la iglesia... lo más selecto de cada sitio. Recaudó dinero para obras benéficas o como derechos para nombramientos eclesiásticos a curas crédulos, merced a la influencia de sus “parientes”. Dejó un rastro de estafas; tras su detención llovieron requisitorias de múltiples juzgados: Coria, Cáceres, Chinchón, Alba de Tormes, Córdoba, Baleares, Pozoblanco, Las Palmas... Su paso de Audiencia en Audiencia, de juicio en juicio, de cárcel en cárcel, junto a las entrevistas que concedía, fue una constante en la prensa, desde su detección en marzo de 1890 hasta su fuga y desaparición en 1895.

Se presentó también como fray Jesús Rodríguez, Antonio Llomprat, Luis O’Donnell Rodríguez, fue alférez de artillería antes de ser deán, se hizo pasar por ¡agente de repartición de cantidades! cuando los terremotos de Andalucía... Luis Rodríguez Pilares parecía ser su nombre auténtico, pero no se tenía absoluta certeza de ello.

En una de sus primeras entrevistas, concedida a “El País” cuando era juzgado en Alcalá de Henares, en enero de 1891, y casi un año después de su detención, dice:

“Nací en Málaga en 1864, por consiguiente tengo actualmente veintisiete años. Me llamo, en verdad, Luis Rodríguez Pilares, por más que... pero lo dejo para después. En 1875 recibí el grado de bachiller, como alumno interno, en el seminario de Málaga. Aquel mismo año entablé relaciones íntimas con una parienta mía y una criada, de cuyos dobles amores tuve frutos, no diré de bendición. Pero, en fin, ya me comprende usted. También le diré que en Málaga, por entonces, tenía mala fama, sin más razón que porque cuando veía una guitarra, contemplaba una caña de manzanilla o veía pasar a mi vera una mujer de trapío, me volvía loco, vamos que perdía los estribos”. Después añade que su nombre verdadero era Luis Rodríguez Vidal, que al ser detenido había dado el de un primo suyo ya fallecido.

De su fisionomía y trato, leo en el diario “Época”:

“El deán es un sujeto muy simpático; representa tener de 28 a 30 años, alto, rubio, de arrogante figura, expresiva mirada y modales muy distinguidos, habla con gran corrección y viste con alguna elegancia”.

En otra entrevista, esta vez al ser juzgado en Córdoba, se decía cordobés, aunque parece que era malagueño, hijo de dos mendigos llamados José y Luz, que en aquel entonces residían en Algeciras (Cádiz) implorando la caridad pública. Estudió en el seminario de Málaga, de donde se fugó por sus escándalos y sus amoríos. Eso le permitía representar su papel de sacerdote, oficiar misas, bautizos...

Hasta que en 1890 topó con un gobernador de Cáceres llamado Juan José Jaramillo, y… terminó allí su trayectoria delictiva, al menos por lo que sabemos.

Paradojas del destino, ese mismo Jaramillo sería destinado tres años después, 1893, al Gobierno civil de Teruel, donde se suponía que ejercía “el deán falsificado”, el estafador cuya carrera había truncado.

Tras la detención del “deán de Teruel” comenzaron a llover las denuncias (La Correspondencia de España, 11/03/1890.- BVPH del Ministerio de Cultura)

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