9 de septiembre de 2019

LOS TRES LÍOS DEL PADRE MARROQUÍN, ÍDOLO DE LAS BEATAS Y AZOTE DE LOS MASONES (Y III)


Un periódico madrileño, "El Liberal", se hace eco del suceso en la Casa de Beneficencia (El Liberal, 08/11/1889 - Biblioteca Virtual de Prensa Histórica)
Y III - Una situación comprometida

“Habiendo sido denunciados abusos cometidos en la Casa de Beneficencia, se presentó el gobernador civil, señor Gamero, en la madrugada de hoy, acompañado del presidente de la Diputación, dos diputados y el secretario del Gobierno.

“De lo que descubrió el gobernador circulan graves rumores. El más insistente es el de que se encontró en la habitación inmediata a las Hermanas de Caridad durmiendo al misionero célebre Padre Marroquín, sin autorización del jefe del expresado Hospicio.

“Todo el pueblo de Teruel está escandalizado. El gobernador dio parte a la autoridad eclesiástica”.

Esta noticia fue originalmente publicada el 3 de noviembre de 1889 en “El Liberal”, de Madrid, pero convenientemente copiada por el periódico turolense republicano y “anti-Marroquín”, “La Antorcha”. ¿Tal vez tras ser condenado su director por injurias, como vimos antes, no se atrevía a elaborar una información propia que diese pie a otra demanda?

Más larga es otra procedente de “El Mercantil Valenciano”, donde relata citando varias fuentes, entre ellas el corresponsal en Teruel:

 “(...) Éste nos dice que desde hace algunos días se hablaba en voz baja de las nocturnas visitas que hacía a la casa de Beneficencia un respetable e intransigente padre misionero.

“Que en un casino se contó la historia con grandes detalles, y que habiendo llegado estas noticias al gobernador de la provincia, señor Gamero, éste, con gran reserva, preparó una sorpresa, que con éxito realizó en la madrugada de ayer.

“Reunidos el gobernador y el presidente de la Diputación se dirigieron a las dos de la madrugada a la Casa de Beneficencia, y como ya de antemano sabían en qué departamento encontrarían lo que buscaban se dirigieron a las habitaciones de las Hermanas de la Caridad, y próximo a estos aposentos encontraron durmiendo al padre misionero”.

Dice “El Mercantil” que su corresponsal prefiere pensar que es una infracción al reglamento, y no hacerlo “maliciosamente, como la generalidad de los vecinos de Teruel”. Pero el periódico, añade con ironía, no se hace solidario de la malicia que se atribuye al pueblo de Teruel:

 “¡Líbrenos Dios de sospechar de la virtud de tan santo varón!; pero si a cualquiera de nosotros se nos encontrase a altas horas de la noche en una casa extraña, próxima a la nuestra, acostado en un cuarto inmediato a los aposentos de tres o cuatro muchachas jóvenes, sin que tuvieran conocimiento los jefes de familia, ¿cómo se juzgaría el hecho y qué conclusiones se sacarían?”.

El periódico liberal “El Turolense”, como no podía ser de otra manera, defiende la inocencia de Marroquín e intenta justificar su presencia en la Casa de Beneficencia a la par que critica la actitud del gobernador, a lo que “La Antorcha” contestó con contundencia, recurriendo a parafrasear lo que disponía la legislación sobre el funcionamiento de estos establecimientos.

Y tras irse de Teruel, el padre Agustín Marroquín siguió predicando por la piel de España en novenas y misiones  sin hacer ruido. Leemos citas de sus sermones en Madrid, Cantabria, La Rioja, Burgos, Toledo, Santander…

LOS TRES LÍOS DEL PADRE MARROQUÍN, ÍDOLO DE LAS BEATAS Y AZOTE DE LOS MASONES (II)


Anuncio previo al atentado en la iglesia de San Andrés, cuando el padre Marroquín predicaba contra la masonería ("El Turolense - Biblioteca Virtual de Prensa Histórica).

II.- El “petardo” en la iglesia de San Andrés

El explosivo en cuestión lo definían como “petardo” en los periódicos de la época. Pero un petardo, que hoy entendemos como artilugio festivo que se vende en los kioscos, no derriba puertas, ni rompe vidrieras... que es lo que pasó el sábado 26 de octubre de 1889, sobre las 6:30 de la tarde en el vestíbulo de la iglesia de San Andrés, mientras el padre Agustín Marroquín pronunciaba uno de sus parlamentos contra la masonería. Un atentado que por suerte no produjo víctimas, al no haber nadie en dicho vestíbulo cuando ocurrió el suceso.

Nuestro protagonista, que como sabemos levantaba pasiones tanto entre sus defensores como entre sus detractores, oficiaba por tercer día consecutivo misa y sermón. Explica “El Turolense” en vísperas del atentado:

“Todas las tardes ha ocupado la sagrada cátedra del Rvdo. P. Marroquín, desarrollando con gran caudal de conocimientos, mucha mesura y natural elocuencia, los temas que sirven para combatir y desenmascarar la secta masónica”.
Por cierto, la iglesia estaba en buenas condiciones por haber sido recientemente objeto de una restauración.

Llegó el sábado, y el parlamento de Marroquín no debió ser tranquilo. En el relato del suceso que “El Turolense” ofrece posteriormente, se explica que “mientras predicaba el superior de los Paules, una porción de muchachos ya talluditos situados en el vestíbulo donde estalló el petardo, estuvieron pitando con silbatos que atormentaban a los fieles que entraban y salían de la iglesia”. Denunciaba que “ningún representante de la autoridad local, ni del gobernador, tuvo a bien acercarse a los silbantes para apartarlos de aquel lugar de respeto y devoción”.

Y fue mientras el párroco recitaba las oraciones que preceden al Sacramento cuando:

 “(…) Hizo explosión el petardo, una explosión horrorosa cuya detonación se oyó desde largas distancias, al mismo tiempo que venían al suelo las vidrieras del vestíbulo, el farol que lo alumbraba y el medio punto de la mampara, contribuyendo estos derrumbamientos y el humo de la pólvora que penetró en la iglesia a hacer más terrible el pánico y la confusión que se inició”.

Por suerte, los que estaban más cerca de la puerta y los propios sacerdotes contribuyeron a serenar al público, a pesar de lo cual “hubo sustos, síncopes, niños que llorando llamaban a sus madres, hermanos que entraban azorados buscando a sus hermanas y sus madres, ancianos que fueron sacados en brazos, y muchas mujeres que desde la iglesia salieron enfermas por causa del susto”. Parece que el auditorio de Marroquín era mayoritariamente femenino.

Hubo tres detenidos, posteriormente puestos en libertad bajo fianza, y no volvemos a saber del caso.

¿Y los anti-Marroquín? “La Antorcha” ofrece una breve reseña del suceso al día siguiente donde condena el hecho:

 “(…) Todos saben que somos poco afectos al clericalismo y menos a aquellos actos en que interviene el Sr. Marroquín, pero reprobamos de todas veras el acto brutal realizado”.

Y como tenían que dar una de cal y otra de arena, justo a continuación otra noticia: “Dicen que el cura de San Andrés ha verificado un casamiento sin los requisitos legales y que por dicho motivo lo han procesado”. Sin comentarios.

LOS TRES LÍOS DEL PADRE MARROQUÍN, ÍDOLO DE LAS BEATAS Y AZOTE DE LOS MASONES (I)

Presentación del padre Marroquín, en Teruel, el domingo 8 de enero de 1899 ("El Turolense, 13/01/1889.- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica).

I - “¡Ay, mañica!”

Estamos en el Teruel de 1889, durante la restauración de Sagasta, en el nacimiento del bipartidismo (Liberales-Conservadores, el PSOE y el PP de entonces); la libertad de culto es un hecho y toma fuerza un anticlericalismo que divide a parte de la sociedad.

Fiel exponente de esta división fue en Teruel la figura del misionero de San Vicente de Paúl, Agustín Marroquín y Bustos, un orador brillante, joven, atractivo, muy popular, idolatrado por unos, detestado por otros.

Entre sus críticos destacaba el periódico turolense (también recibió varapalos en publicaciones de fuera) “La Antorcha”, cuyo director fue denunciado por el religioso y condenado al exilio a raíz de la publicación de una poesía, “¡Ay, mañica!”.

Defendía incondicionalmente al sacerdote, su colega de la capital “El Turolense”; el primero se definía como republicano, el segundo como liberal-conservador.

Tres hechos voy a destacar sobre la polémica figura del padre Marroquín: su enfrentamiento con el director de “La Antorcha”, Juan José Uget, un viudo de 64 años; la explosión de una bomba en el vestíbulo de la iglesia de San Andrés durante uno de sus sermones contra la masonería y, en tercer lugar, el escándalo que se produjo al ser sorprendido en el Hospicio, sin autorización, en un dormitorio al lado de donde descansaban las jóvenes novicias.

Los republicanos no solo arremetían contra el padre Marroquín, sino contra la iglesia en general. En la información nacional eran especialmente apreciadas por los periódicos de dicho color las noticias escandalosas protagonizadas por sacerdotes, muchas de ellas sobre presuntos deslices sexuales, así como informaciones sobre la marginación de la mujer por la iglesia, las contradicciones entre el comportamiento de ciertos elementos de la misma y las virtudes que predican, etc.

En este contexto, y tras una romería que se hacía al barrio de San Blas el 10 de junio, donde ofició Marroquín, y después de fue a comer a una masía con un grupo de mujeres, se desencadenaron algunos rumores sobre lo que había sucedido en dicha masía... que el director de “La Antorcha” recogió en su poesía ¡Ay, mañica!, que empezaba así:

 “¡Ay mañica! tú no sabes
“Lo que sucedió en San Blas
“En esta última semana
“Que acabamos de pasar”.

Habla el larguísimo poema de la “conversación puramente terrenal”, miradas y demás entre una moza y un pater, los celos de otras mozas, las atenciones que les prodigó el pater a todas en igual en una masía, el alcohol que consumieron, que todo degeneró en una juerga... Siempre alusiones, sin citar el nombre del predicador. Mas despertó las iras del predicador, y lo llevó ante los tribunales.

En el juicio, el 26 de octubre de 1889, quedó de manifiesto que el cura había pasado parte del día, viaje, comida y sobremesa en la masía citada, con una señora y varias señoritas, pero nada más...

Por el romance, Uget fue condenado por tres delitos de injurias graves a tres años, seis meses y veintiún días de destierro a una distancia de 30 kilómetros de la ciudad, multa de 250 pesetas, pago de costas procesales y publicación de la sentencia en “La Antorcha”... ¡que incluía el poema de marras!

Es decir, que salió en letras de molde el largo y ultrajante texto por segunda vez, y también en “El Turolense”, donde igualmente se dio a conocer la sentencia.