Anuncio previo al atentado en la iglesia de San Andrés, cuando el padre Marroquín predicaba contra la masonería ("El Turolense - Biblioteca Virtual de Prensa Histórica). |
II.- El “petardo” en
la iglesia de San Andrés
El explosivo en cuestión lo definían como “petardo” en los
periódicos de la época. Pero un petardo, que hoy entendemos como artilugio
festivo que se vende en los kioscos, no derriba puertas, ni rompe vidrieras...
que es lo que pasó el sábado 26 de octubre de 1889, sobre las 6:30 de la tarde
en el vestíbulo de la iglesia de San Andrés, mientras el padre Agustín
Marroquín pronunciaba uno de sus parlamentos contra la masonería. Un atentado
que por suerte no produjo víctimas, al no haber nadie en dicho vestíbulo cuando
ocurrió el suceso.
Nuestro protagonista, que como sabemos levantaba pasiones
tanto entre sus defensores como entre sus detractores, oficiaba por tercer día
consecutivo misa y sermón. Explica “El Turolense” en vísperas del atentado:
“Todas las tardes ha
ocupado la sagrada cátedra del Rvdo. P. Marroquín, desarrollando con gran
caudal de conocimientos, mucha mesura y natural elocuencia, los temas que
sirven para combatir y desenmascarar la secta masónica”.
Por cierto, la iglesia estaba en buenas condiciones por
haber sido recientemente objeto de una restauración.
Llegó el sábado, y el parlamento de Marroquín no debió ser
tranquilo. En el relato del suceso que “El Turolense” ofrece posteriormente,
se explica que “mientras predicaba el
superior de los Paules, una porción de muchachos ya talluditos situados en el
vestíbulo donde estalló el petardo, estuvieron pitando con silbatos que
atormentaban a los fieles que entraban y salían de la iglesia”. Denunciaba
que “ningún representante de la
autoridad local, ni del gobernador, tuvo a bien acercarse a los silbantes para
apartarlos de aquel lugar de respeto y devoción”.
Y fue mientras el párroco recitaba las oraciones que
preceden al Sacramento cuando:
“(…) Hizo explosión el petardo, una explosión
horrorosa cuya detonación se oyó desde largas distancias, al mismo tiempo que
venían al suelo las vidrieras del vestíbulo, el farol que lo alumbraba y el
medio punto de la mampara, contribuyendo estos derrumbamientos y el humo de la
pólvora que penetró en la iglesia a hacer más terrible el pánico y la confusión
que se inició”.
Por suerte, los que estaban más cerca de la puerta y los
propios sacerdotes contribuyeron a serenar al público, a pesar de lo cual “hubo sustos, síncopes, niños que llorando
llamaban a sus madres, hermanos que entraban azorados buscando a sus hermanas y
sus madres, ancianos que fueron sacados en brazos, y muchas mujeres que desde
la iglesia salieron enfermas por causa del susto”. Parece que el auditorio
de Marroquín era mayoritariamente femenino.
Hubo tres detenidos, posteriormente puestos en libertad bajo
fianza, y no volvemos a saber del caso.
¿Y los anti-Marroquín? “La Antorcha” ofrece una breve reseña
del suceso al día siguiente donde condena el hecho:
“(…) Todos saben que somos poco afectos al
clericalismo y menos a aquellos actos en que interviene el Sr. Marroquín, pero
reprobamos de todas veras el acto brutal realizado”.
Y como tenían que dar una de cal y otra de arena, justo a
continuación otra noticia: “Dicen que el
cura de San Andrés ha verificado un casamiento sin los requisitos legales y que
por dicho motivo lo han procesado”. Sin comentarios.
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