La capacidad de beber desaforadamente
parece que se consideraba –y se considera- un indicador de virilidad. No son
infrecuentes las noticias de muertes por alcoholismo en la prensa antigua,
destacando dos en las que el óbito fue precedido por una apuesta. La primera
nos la cuenta el periódico madrileño “El Día”, el 16 de octubre de 1898, fue en
una taberna de Sarrión donde estaban reunidos varios obreros:
“Un herrero
llamado Manuel Miranda que había estado consumiendo gran cantidad de vino con
varios amigos, apostó con éstos, que en el tiempo que invirtiese la campana de
un reloj, que en el establecimiento había, en dar las doce, él bebería otras
tantas copas de aguardiente.
“La apuesta
se llevó a efecto.
“A la
primera campanada de las doce, el Miranda bebió la primera copa y así continuó
hasta la octava en que cayó al suelo como una masa inerte.
“Al ir a
levantarle sus compañeros notaron que el desgraciado era cadáver”.
La segunda es todavía más singular,
pues como vamos a ver el ganador fue a protestar el periódico que dio la noticia por considerar
que había ninguneado sus “méritos etílicos”. ”Diario de Teruel” narra el 18
de octubre de 1904:
“Ha llegado
a nuestros oídos la noticia, que rectificaremos si no es cierta, de una bárbara
apuesta verificada entre dos vecinos de Cella, conocidos con los apodos de “el
Dulero” y el “Patato”.
“Dícese que
éstos apostaron a ver cuál de los dos bebía más copas, y puestos en la taberna
dieron comienzo al amílico duelo; ambos pelearon como héroes, consumiendo el
uno 61 copas de anís más un vaso regular de ron, y el otro 62 copas y un vaso
de ron que le sirvió también de complemento.
“El
resultado de la lucha alcohólica no se ha dejado esperar, pues nos aseguran que
el uno de los contrincantes ha fallecido en medio de los más cruentos dolores, y
el otro se encuentra gravísimo y no sabemos si a estas horas habrá pagado
también cara su valentía.
“Parece
increíble entre seres racionales tales y tan trascendentales apuestas, que
necesariamente han de producir terribles efectos entre los que de manera tan
brutal quieren probar hasta donde llegan los excesos del vicio.
“Es
lamentable tanta ceguera entre esos desgraciados seres, víctimas de la falta de
cultura y de sentido moral".
La cosa podía haber quedado así, pero
el superviviente estaba lo suficientemente recuperado como para ir a protestar
al periódico al día siguiente de la publicación. Habría que pensar que se
sintió insultado por ser calificado como un “desgraciado ser” víctima “de la
falta de cultura y de sentido moral”, pero no; el motivo fue otro:
“Ayer se
acercó a nuestra redacción el vecino de Cella apodado “Patato”, con el solo objeto
de confirmarnos la noticia que el otro día dimos referente a la terrible
apuesta del anís que ocasionó la muerte a uno de los bebedores, y que no
llegamos a creer por su naturaleza.
“Hoy nos la
creemos, porque nos la dice el que logró salvarse de tan bárbara apuesta, el
cual nos ruega al propio tiempo que rectifiquemos lo de las 62 copas, puesto
que fueron ¡80 y cinco vasos de vino! Por lo tanto, al aumentar la dosis del
alcohol aumenta considerablemente la barbarie.
“Queda pues
complacido el valiente “Patato”, superviviente de la jornada que ocasionó, como
era de suponer, la muerte del desgraciado “Dulero”.
“Conste que
fueron 80 las copitas y no 62, porque ¡menuda honra se calza el amigo con las
18 del ala!”
Parece una historia inventada. No lo es, desde luego. Pero sí es una muestra de la singular idiosincrasia de una realidad olvidada, en las estepas del pasado reciente. El Botellón de la esquina actual - fin de semana - es un juego floral. Sin duda alguna.
ResponderEliminarHoy, sin duda alguna, sería debatido el tema en las mesas de los debates tele-radiados, sobre la procedencia del mosto, la calidad del mismo y paternidad de la bodega. Es decir: se centrarían en lo accesorio y enterrarían a los probadores sin más consideraciones. Pero, así es. Así fue y, para más desgracia, hoy se grabaría con el último modelo de I...? del mercado, ante la mirada complaciente del resto de la parroquia presente. Una mierda, en definitiva.
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