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Decía en el capítulo anterior que los saludadores llegaban a ser contratados por los ayuntamientos. Narra “La Antorcha”, en marzo de 1888, que en el cercano pueblo de Castielfabib (Rincón de Ademuz. Valencia), había fallecido un vecino por culpa de un pedro hidrófobo que también mordió a dos niños y varias ovejas. Y...
Decía en el capítulo anterior que los saludadores llegaban a ser contratados por los ayuntamientos. Narra “La Antorcha”, en marzo de 1888, que en el cercano pueblo de Castielfabib (Rincón de Ademuz. Valencia), había fallecido un vecino por culpa de un pedro hidrófobo que también mordió a dos niños y varias ovejas. Y...
“... Da mayor
fama al hecho citado, la circunstancia de que el alcalde de aquel pueblo ha
contratado a un saludador para que cure los estragos del mal y evite la
propagación del virus rábido.
“¡Cuánta ignorancia!”
Pero el relato
completo, el de la actuación de un saludador que prestó sus servicios en
Cantavieja, lo ofrece “El Turolense” un domingo de mayo de 1888, es una
narración que transcribe de “El Maestrazgo Liberal” editado en la vecina
Morella (Castellón):
“Murió
un perro, no se sabe de qué a punto fijo, en una masía de este término
denominada «Casa de
Buja», y contando su dueño con que el animal
lo mismo podía haber dejado de existir de hidrofobia que de cualquier otra
enfermedad pensó, instigado sin duda por el instinto de conservación, en
prevalecerse o preservarse para el caso de que animalejo hubiera sido
hidrófobo. Fue y vino una porción de veces al pueblo de Monteagudo, diez horas
distante de éste, y pudo lograr a fin de fuerza de súplicas que un célebre
saludador que allá existe, se dignase venir a su casa masía, en donde exorcizó
al microbio rábico, que el perro aquel había propagado entre las personas y
animales de aquella casa. Hasta de aquí todo va bien, y no hay en la primera
parte de esta historia más que una cosa que resalte: la ignorancia de ciertas
gentes, y el modus vivendi del acreditado saludador”.
Pues el corresponsal de Cantavieja lamenta que, como
había pasado en Castielfabib, no se limitó a una visita particular:
“... Serían
como la seis de esta mañana, cuando el redoble de un tambor (señal usada en la
villa para indicar que la autoridad va a hablar a los vecinos por medio del voz
pública) nos ha despertado a los que dormíamos, y ha reunido en torno del
tambor a los despiertos, oyendo todos, (porque después del redoble todos
escuchábamos) lo siguiente:
“«De Orden del Sr. alcalde y demás individuos
del Ayuntamiento se hace saber: que todos los vecinos que quieran ser visitados
por el saludador, acudan a la plaza del Arrabal».
“Allí
hemos acudido, amigo director, y por delante de esa celebridad han ido
desfilando con muestras del mayor respeto como una quinientas personas, de
todos sexos y edades, y cuatrocientos animales de todas especies, entre la
cuáles (de unos y otros) ha repasado algunos el Santón diciendo que estaban
dañados, y trazando en el aire algunos signos cabalísticos ha asegurado luego
que ya estaban curados”.
La actuación del “brujo” era realmente singular,
mezclando lo católico y lo pagano:
“... Después
han extendió una manta en el suelo y sobre ella noventa panes y una cantidad de
sal; una mujer se ha arrodillado y el Saludador, descubriéndose y teniendo en
su mano izquierda un crucifijo, ha pronunciado unas a manera de oraciones, que
han debido dar por resultado comunicar a las especies allí extendidas las
virtudes santas con que Dios ha colmado al que las pronunciaba.
“Después
de esto, yo supongo que el Ayuntamiento de esta villa habrá sacado alguna
cantidad de los fondos municipales para satisfacer los honorarios del
Saludador, el cual se ha marchado enseguida a llevar, sin duda, su benéfico
influjo a los vecinos de otro pueblo.
“Debo
advertir que parece ser el Ayuntamiento el más interesado en esta ceremonia ya
que, además del bando que he trascrito, ha hecho que sus dependientes
recorriesen aún de noche las masías del término a fin de que sus habitantes no
se privaran, por falta de aviso, de los beneficios que había de reportarles el
Saludador”.
Todas crónicas, y esta no es una excepción, terminan con
una crítica, “El Maestrazgo”, finalmente, se pregunta con ironía:
“Si las
suposiciones del corresponsal se confirmaran, sería gracioso ver en su día las
cuentas municipales de Cantavieja y buscar en qué capítulo y artículo figuraban
los honorarios del Saludador”.
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Saludador ciego,
dibujo de la revista “Por esos mundos” aparecido en 1909.
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