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11 de octubre de 2014

El “saludador”, un “brujo para conjurar la rabia. 1.- El de Torrelacárcel, “el tío Matamadres”, y otros de su estirpe

En una sociedad ignorante, donde la rabia era una terrible enfermedad sin cura, el clavo ardiendo al que muchos se agarraban si sospechaban haberla contraído era el “saludador”. Una especie de curandero denostado por la escasa población culta, pero en quien llegaba a confiar ciegamente el vulgo, hasta el extremo de que los propios Ayuntamientos requerían sus servicios para el pueblo.
Define como “saludador” la Real Academia: “Embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas”. Hay una primera acepción que es el adjetivo “que saluda”; sin embargo en el caso que nos atañe la palabra no deriva de “saludo”, sino de “salud” por la capacidad de sanar que se les suponía.
Un don que reivindicaban en función de circunstancias de su nacimiento como ser el mayor de dos hermanos gemelos, el séptimo hijo varón, venir al mundo en fechas como Jueves o Viernes Santo, Nochebuena, etc... No solo “saludadores”, también había “saludadoras”. Compaginaban esta actividad con otras como las propias del campo, o la mendicidad.
Como narré al hablar de los lobos (“Lobos y rabia, mala combinación”), cuando en Las Parras de Martín, corriendo el año, 1847, dos pastores sospecharon que el animal que les había mordido estaba rabioso, “fueron a un saludador que se consiente esté a las inmediaciones de Teruel alimentando este fanatismo contra la religión y haciendo víctimas, pues descuidan de otros medios de curación”.
La confianza del pueblo llano y la permisividad de las autoridades con estos farsantes exasperaba a las clases cultivadas. “La Asociación” revista profesional de Medicina y Cirugía, Farmacia y Veterinaria de la provincia de Teruel”, narra en julio de 1883 que en el pueblo de Tortajada, a medianos de abril apareció un perro hidrófobo al que se pudo matar después de haber mordido a alguna persona y a varios animales domésticos, y los dueños de éstos quedaron muy tranquilos por cuanto fueron inmediatamente a presentarlos al saludador”.
Pasados cuarenta días, un vecino llamado Juan Cebrián se presentó ante el veterinario, Lucas Herrero, con un mulo que presentaba todos los síntomas de hidrofobia; así que le instó a comunicárselo al alcalde y a actuar conforme se estipulaba en estos casos.

“... Tal proceder indica el buen sentido, previene la ley y aconseja la ciencia; pero el labrador interesado opinó de otra manera, y marchó con su mulo por segunda vez en busca del saludador, regresando muy pronto a su pueblo sin el animal, pues se le mató desesperado en el camino, pero sin dudar jamás, a pesar de todo, del poder milagroso y santidad del saludador de Torre la cárcel (Torrelacárcel).
“¡Oh tolerancia de nuestras autoridades, ejercicio de las profesiones médicas, cultura y civilización de nuestro pueblo...!”

Otra publicación de un sector cultivado, “La Unión”, destinada a los maestros de la provincia, narra en mayo de 1887 el siguiente suceso con fines pedagógicos:

“En término de Orihuela ha tenido desastrosa muerte un labrador llamado Roque Cerezo, de 30 años de edad, casado a quien mordió un perro hidrófobo, de su propiedad, hace poco más de un mes. El infeliz acudió el mismo día que fue mordido a un saludador que llaman «el tío Matamadres», con lo que se quedó tranquilo y tan confiado, que se negó a toda curación facultativa.
“Pues bien: desarrollado el terrible mal, se escapó de casa y fue al campo. Allí le encontraron la Guardia civil, varios municipales y unos cuantos curiosos completamente desnudo y sin dejar que nadie se acercase a él. Solo aprovechando una ocasión, se logró tirar una capa encima y sujetarle por este medio; pero cuando iban a amarrarlo, se lo encontraron ya muerto.
“Casos como este puede y debe aprovechar el maestro para inculcar en sus discípulos ideas de aversión a esas gentes que viven exclusivamente de la ignorancia del vulgo, con gravísimo detrimento de la salud de los intereses de éste”.


Representación de un “saludador”, en un grabado publicado por “Nuevo Mundo” en 1908.

30 de agosto de 2014

¡Que viene el lobo! 2.- Lobos y rabia, mala combinación

Ganaderos, y en especial pastores, eran los principales damnificados de los lobos, y los enfrentamientos entre ambos saltaban a veces a las páginas de los periódicos. “El Heraldo” (de Madrid) informa el 2 de febrero de 1847 de un caso en el que el antagonista humano quedó mortalmente herido, pero como veremos enseguida, las consecuencias fueron más allá:

“LUCHA DE UN LOBO CON UN PASTOR.- El día 23 de enero ocurrió en el pueblo de Las Parras de Martin, provincia de Teruel, el lance siguiente:
“Estando un pastor apacentando su ganado, divisó un enorme lobo, que se dirigía a su manada; tomó sus precauciones de defensa, a fin de que no le arrebatase alguna res; pero el carnívoro animal sitió a la manda e hizo los mayores esfuerzos para hacer presa; sin embargo, todo fue inútil por la vigilancia del pastor.
“Viendo la fiera frustradas sus esperanzas acometió al hombre con desesperada furia, y por gran rato lucharon ambos, hasta que los esfuerzos del pastor pudieron lograr echarle a tierra; teniéndole entonces asido del cuello, dio grandes voces de socorro, acudió otro pastor y le descargó grandes golpes y navajadas.
“Creyéndole ya muerto, lo cogió al hombro para conducirlo al pueblo, y cuando se creían ya victoriosos, se levantó de nuevo la fiera, le da una dentellada en la nariz, que le arrancó enteramente; pero volviendo sobre ella, lograron concluirla por fin, quedando, sin embargo, el pastor sin narices y muy maltratado de las heridas que recibió, hallándose en la actualidad sin esperanzas de vida”.

“Muy maltratado y sin esperanzas de vida”, parece el fin de la noticia. Pero, sorprendentemente, seis meses después, “El Eco del Comercio” de nuevo saca a colación dicha noticia, pues las consecuencias fueron más graves que la muerte del pastor,
El cronista dice que desde dos años atrás había aumentado la presencia de lobos “sin duda por no perseguirlos, pues de ello no cuida la autoridad”, y que uno muy crecido se dejaba ver entre Utrillas y Las Parras, el protagonista de la noticia.
Al pastor le arrancó la nariz y le hizo una herida en el cuello, y el que le ayudó a reducirlo “solo recibió un pequeño mordisco, llegando el tercer pastor con un perro que se le agarró al lobo en el morro, y sujeto por el perro y el que le tenía abrazado, le desbarrigó con una navaja el pastor que no tenía lesión, resultando que dos de los pastores naturales del pueblo de Las Parras de Martin fueron mordidos”.
“El Eco” añade un nuevo elemento, la rabia. Ante la sospecha de que el lobo estaba infectado, los dos pastores fueron a visitar a un “saludador” “que se consiente esté a las inmediaciones de Teruel” (De estos personajes hablaré en otra ocasión). Y después el desastre, como revela el relato:

(...) Pasaron treinta y ocho días, y el que fue herido en la nariz se sintió malo, y a los tres días después de pasar por los trámites más espantosos, murió de rabia: ya habían trascurrido cuatro meses cuando el otro pastor que fue herido por el lobo, estando en el campo se notó enfermo, quiso beber agua y ya no pudo pasarla; se retiró a la población y se manifestaron todos los síntomas que había tenido su compañero, solo que no estaba tan furioso , pero más postrado murió a los cuatro días, siendo este caso más raro por haber pasado tanto tiempo”.

El problema es que el lobo no solamente infectó a los pastores:

(...) Mas como e! lobo mordió a muchos perros, uno de ellos rabió y mordió a otros muchos; algunos se mataron pero otros no, y un vecino de esta villa tenía una perrita, la que no quería comer, y tratando su amo de obligarle le dio un mordisco en la mano, entonces la mataron, y el hombre fue al visitador como los otros; mas han trascurrido sesenta y seis días, y está en la agonía, rabioso, habiéndose notado ya enfermo o sin poder pasar el agua hace tres días”.

Ya no era un problema de los estragos de los lobos, sino de los estragos de la rabia: “El país está aterrado con estos sucesos, pues son muchos los perros que hay mordidos: es muy probable que lo estén los lobos y otra clase de animales, y además son muchos los que han recibido mordiscos de los perros durante todo este tiempo, y todos están temblando y temiendo que se generalice esta espantosa calamidad que no tiene curación, y en la que los dos primeros días es más espantoso que estar en capilla, pues la muerte es segura (...)”.

Lobos domesticados en 1916; imagen publicada en "Gran Vida" el 1 de marzo de dicho año.