5 de julio de 2018

UN OBISPO “ULTRAJADO” EN TERUEL. III.- Y se fue para no volver


(Entierro de Maximiano Fernández en Guadix, foto de “La Lectura Dominical” del 13 de agosto de 1907 (Hemeroteca Digital del Ministerio de Cultura).

   El papel de la prensa turolense, como hemos dicho, parecía ser el de suavizar y moderar las informaciones de fuera que tan malparados dejaban a los turolenses. Como muestra esta réplica de “El Eco de Teruel”, el 16 de julio de 1893, a una información de “La Justicia”, rotativo de Calatayud:

   “(...) Así es que muchos de los conceptos que contiene son desconocidos para la inmensa mayoría de los vecinos de Teruel, que sienten que se les trate como a seres incultos, cuando no tuvieron parte ni arte en los reprobables acontecimientos del 3 de julio. Por eso nos sorprende se diga que la negativa del Prelado obedeció a no haber dado cinco mil reales que había por costumbre entregar al clero para las honras fúnebres. Esto es completamente inexacto (...).
   “También se dice que se oyeron voces de ¡a quemar el palacio! ¡muera el obispo! y otras frases por el estilo, que en manera alguna podía proferir nadie que en algo estimara su delicadeza personal. En caso, si alguna expresión de esas de profirió, sería por algún muchacho de los que forman el núcleo principal de estos censurables actos. No es cierto tampoco que el obispo haya estado varios días recluido en su palacio por temor a ser agredido, ni que a su marcha a Albarracín tuviera que ser escoltado por la Guardia civil (...)”.

   Y llegamos al Consejo de Ministros celebrado al día siguiente, el 17, del que dice un diario madrileño: 

   “Don Venancio González comunicó a sus compañeros las noticias relativas a la asonada contra el prelado de Teruel que ha obligado a éste a trasladarse a Albarracín, recordando sucesos análogos de otras épocas, Discutióse la conveniencia de que se supriman las diócesis en donde no se garantice el respeto al prelado, para lo sucesivo”.

   Al día siguiente el caso llegó al Congreso; “La Época” cuenta de un debate sobre “Los atropellos contra el obispo de Teruel”: 

   “El Sr. Torán dice que de ninguna manera puede ser una población responsable de las demasías de las turbas, y por lo tanto no procede la supresión de la diócesis de Teruel.
   “El señor Castel y Clemente une su ruego al del señor Torán, y manifiesta que de ninguna manera pueden atribuirse al pueblo turolense los desórdenes promovidos por varios alborotadores contra el digno obispo de aquella diócesis.
   “El señor Conde de Cassola expone que las turbas de miserables recorrieron la ciudad de Teruel insultando al obispo, al clero, a la religión, a todo lo existente.
   “Añade que el Gobierno ha adoptado una resolución heroica; se insulta al obispo de una diócesis, se suprime ésta, de modo que si se insulta al gobernador de una provincia, pues o se suprime ésta, o el Gobierno Civil de la referida provincia (risas).
   “Termina recordando al Gobierno el ineludible deber de proceder enérgicamente contra los autores de aquella página triste desarrollada en Teruel durante dos días, sin que protestaran siquiera las autoridades.
   “El Sr. Torán rectifica, manifestando que todo se redujo a una silba, pero que pide al Gobierno que castigue con mano enérgica a los que atropellaron al sabio prelado”.

   No quedó ahí la cosa... Los medios publicaron una carta de disculpa del propio presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta, y la respuesta del obispo donde dice:

   “Todo el mundo sabe cómo se me despidió de Teruel y cómo se realizó mi salida. Sin embargo, por lo que a mí toca, aparte de las garantías que a la autoridad eclesiástica se deben, habría bastado para volver a dicha ciudad, una evidente demostración de afecto de la generalidad de mis hijos. Por desgracia, ni se ha hecho esa demostración, no sé por qué temores, ni sería ya oportuna”.

   Y en Albarracín se quedó hasta que en diciembre, cuenta “El Movimiento Católico”, el Arzobispo de Zaragoza, “viendo que no se daban al obispo injuriado satisfacciones completas”, propuso al excelentísimo Nuncio Apostólico su traslado a la prelatura de Guadix, que ocupó hasta su fallecimiento en 1907.




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