Carretero cerca de Perales del Alfambra. |
El año pasado, 2023, fallecieron en la provincia seis personas como consecuencia de accidentes de tráfico. Las mismos que en accidentes de carro el año 1922, e incluso una menos que en 1929. Y hablo solo de accidentes de carro, no cuento los demás: de jinetes; de diligencias, o del incipiente parque móvil… son solo los que he localizado, bien pudieron ser más. Conducir un carro no era fácil ni bucólico, sino una actividad de riesgo.
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Este no es un estudio científico ni pretende serlo; para hacerlo he documentado 120 accidentes ocurridos en la provincia en periódicos digitalizados, tanto locales como regionales o nacionales. No he considerado diligencias ni coches destinados a pasajeros. El más antiguo data del 16 de diciembre de 1875; y el más reciente, del: 24 de julio de 1955.
Ocasionaron al menos 85 muertos. Y digo al menos, porque
muchos de los heridos graves (más de 23 en total) o con lesiones que en
principio parecían tener poca importancia, perderían la vida
y en ocasiones así se adelantaba. Este fenómeno será más acusado cuando más se
remonte en el tiempo el acontecimiento, pues la atención sanitaria no tenía
nada que ver con la que conocemos hoy.
Tenían lugar por todos los lados, otra cosa es que llegasen
a las páginas de los periódicos; por ello aparecen con más frecuencia los que
tuvieron lugar en la capital, localidades importantes o cercanas a la misma.
Las que son objeto de este estudio, se reparten entre 56 municipios o antiguos municipios.
No en todos se especifica el lugar exacto del siniestro, en esos casos les he
adjudicado al de procedencia de la víctima o al punto donde se inicia la
carretera escenario del incidente.
La lista es larga, pero ahí va, en orden alfabético, por si
alguien tiene la curiosidad de buscar su pueblo:
Aguaviva, Alba, Albalate (3), Albarracín, Alcañiz (4),
Alcorisa (2), Alfambra (2), Allepuz, Báguena (3), Bello, Blancas, Bronchales,
Burbáguena, Calamocha (5), Calanda (5), Caminreal (2), Castejón de Tornos (2),
Caudé, Celadas (2), Cella, Cortes de A (2), Cuevas L. (2), El Campillo, El Poyo
(2), Escriche, Formiche A., Fuenferrada, Fuentes Claras, Gea, Híjar (6), La
Ginebrosa, La Puebla de H (2), La Puebla de V (2), Libros, Lidón, Luco de
Jiloca, Monreal (3), Monroyo, Monterde, Muniesa, Peralejos, Perales, Rubielos
de M., Samper, Santa Eulalia (4), Sarrión, Teruel (13), Torralba, Torrevelilla,
Torrijo, Valdealgorfa (2), Valdeltormo, Valjunquera, Villafranca, Villarquemado
(2) y Villel (3).
Lo más común: morir
arrollado por tu propio carro al espantarse una caballería
“Cuando en Calanda el
vecino Enrique Ferrer Llop, de 52 años, labrador, regresaba del campo
conduciendo un carro tirado por una caballería, se ignora por qué causa, se
espantó ésta, haciéndole caer al suelo con tan mala fortuna que una de las
ruedas del carro le pasó por la cabeza, destrozándosela*”.
No siempre era el carretero la víctima, a veces un ayudante como
en este suceso, acontecido en Alcorisa el 8 de septiembre de 1913:
Dos carros pasan bajo Los Arcos. |
Los niños,
principales víctimas de los atropellos
“El carro de la funeraria de Teruel, cuando iba a gran velocidad por el Tozal, arrolla a la altura de la calle Rubio a otro que guiaba Joaquín Gómez, lanzándole a la acera y golpeando mortalmente al niño de ocho años Tomás Hernández”.
Arrollar a terceras personas es la segunda causa de
accidentes, 21 por dicho concepto, y en ocho de ellos con niños como víctimas,
como en el ejemplo de arriba, acontecido el 19 de abril de 1915.
Los motivos eran múltiples. En Monterde de Albarracín una mujer murió al retroceder bruscamente un carro en una cuesta; En Castejón de Tornos, fue aplastado por el vehículo de un colega otro carretero que intentaba ayudarle al espantarse las caballerías; en Lidón, un amigo del carretero que iba hablando con éste, resbaló y pereció bajo las ruedas del carro… Y un último ejemplo final; en La Ginebrosa, el 7 de octubre de 1919:
“Iba por la carretera
de Alcañiz en el término de La Ginebrosa, montada sobre una mula, la vecina de
esta última población Teresa Balaguer Adel, y al encontrarse con dos carros, se
espantó la mula y la arrojó bajo una rueda del segundo vehículo y sin que su
conductor pudiera evitarlo, le pasó la rueda por encima del pecho produciéndole
la muerte a los pocos minutos*”.
Vuelcos,
despeñamientos, caídas…
“En Allepuz, cuando regresaba a su domicilio en un carro Bernardo Moya Dolz, de 55 años, casado, labrador, se espantó la caballería, emprendiendo veloz carrera y volcando sobre la cuneta, quedando aprisionado por la cabeza bajo la escalera derecha del carro y falleciendo a los pocos minutos*”.
Este caso acontecido el 10 de abril de 1953 del que informa “Lucha”, uno de los más recientes que he localizado (solo siete corresponden a la posguerra), ilustra otro de los motivos más repetidos, el vuelco del carro, en 15 ocasiones. Podrían incluirse algunos de los cinco que he etiquetado como despeñamientos, como este inesperado incidente fechado el 18 de febrero de 1922:
“Cuando una pareja de Cuevas Labradas se dirigía a Teruel para casarse, el carro donde iban sus acompañantes cae por un puente al espantarse la caballería, resultando varios heridos y siendo suspendido el enlace matrimonial*”.
Caídas del vehículo, coces, golpes, aplastados contra el quicio de una puerta o contra otro carro… con la llegada de los vehículos a motor he visto 8 casos en que interviene un camión o camioneta, y en dos un automóvil. Más antiguos y graves son los producidos con el tren, tres y todos mortales, el que sigue es el más reciente, el 1 de agosto de 1935:
“En el paso a nivel que
hay cerca de Cella el correo que se dirigía a Teruel arrolla a un carro,
muriendo las caballerías, el vecino de ese pueblo Cayo Hernández y resultado
gravemente herido Francisco Leonarte*”.
Carros en una calle de Burbáguena. |
Accidentes singulares
e indirectos
A veces los siniestros no están causados directamente por un
accidente, sino por las circunstancias que lo rodean. El apunte más antiguo que
tengo, del 16 de febrero de 1855, tomado de un periódico nacional, dice
sucintamente que en la carretera de Teruel a Valencia se habían helado tres
conductores de carros, sin aportar más detalles.
Me llaman la atención dos casos de suicidios -uno consumado, otro no- donde los protagonistas salieron ilesos del vuelco de su vehículo, pero tomaron dicha determinación ante el miedo a las consecuencias. Este es el segundo, en Bronchales el 12 de junio de 1929:
“En Bronchales, Fulgencio Martínez Soriano de 12 años, y Eugenio Pérez Juan de 14, salvan "in extremis" al vecino de Tramacastilla, Vicente Mínguez López, que se había colgado de un pino temeroso del castigo de su padre, tras volcar con un carro propiedad de éste*”
Más percances atípicos: en la capital, el 7 de agosto de
1924, un muelle cubierto de la estación se incendia, quedando destruido el
edificio y ardiendo 13 toneladas de azufre, valoradas en 150.000 pesetas. El
fuego se produjo cuando un carro, tras descargar el mineral, rozó con una pieza
metálica del freno en el muro del edificio, saltando chispas que prendieron en
el azufre.
Y en 1915, ocurrió algo que se repetiría en 1971 y en el
mismo punto, con el bus urbano: en el paseo del Óvalo, donde desemboca la calle
Nueva, se hunde el firme al paso de un carro, dejando un socavón de
considerable profundidad.
Los rayos, mucho más letales que en la actualidad, no faltan en esta relación; termino con un caso en el que afortunadamente no hubo desgracias personales, ocurrido el 10 de mayo del 35 y del que informó el diario “Acción”:
“En las proximidades
de Monroyo, cuando viajaban en un carro tirado por dos caballerías Federico
Sebastián y un sobrino suyo, cayó un rayo que mató en el acto a los dos
animales, sin que sufriesen el menor daño los ocupantes*”.
(*) Los textos marcados con un asterisco no son una
copia literal de lo que se publicó en su día, sino el conciso resumen que
guardo en mi base de datos. Las fotos son de distintas procedencias.
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